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Para mi padre: José Mario Cardenas Arbelaez.

 

Como una forma de motivar e incentivar las cosas buenas de mi familia, he querido dedicar un espacio a quien con su educación, tezón, responsabilidad, criterio y compromiso familiar supo sacar adelante una familia numerosa (para el contexto actual). Producto de ello hoy, cada uno de sus hijos y esposa, llevamos marcada una huella imborrable en nuestra mente y en nuestro corazón. Ese es mi Padre y estos son sus pensamientos hechos letras.

ORIGENES

Por José Mario Cárdenas Arbelaez

 

Tratando de incidir de alguna manera en la decisión que se ha tomado por parte de los integrantes que componemos el grupo de lectores, auspiciado y con sede en el Parque Biblioteca 12 de Octubre, en el sentido de construir una especie de boletín cultural mensual, a efecto de que no queden inéditos los elementos o alcances que se puedan producir allí, me he dado por lo tanto en el empeño difícil para el neófito, de referir algunas de mis experiencias de vida, ya extensa por cierto por lo de los almanaques, relatos que desde luego pertenecen a mi óptica y que por ello pueden ser motivo de disenso, lógico por aquello de que no todos pensamos de la misma forma.

 

Dejando clara mi posición, no veo otra alternativa que dar principio a mi empeño, y qué mejor que empezar con las vivencias de la infancia y juventud, para lo cual me confieso citadino por haber nacido en Medellín, siendo lo primero que pude observar cuando mis primeros años me lo permitieron, que la Bella Villa o “Tacita de plata”, era un pueblo grande que según las estadísticas de 1938, contaba con una población de 150000 almas, de las cuales no podría asegurar cuantas pertenecían a Dios y cuantas no, para mejor decir, pertenecientes al diablo, lo que trataré de explicar de modo siguiente:

 

Ocurre que para la época era directos espiritual de una gran parte de la comarca Antioqueña, incluidos los de la ciudad capital, Monseñor Miguel Ángel Builes, en su calidad de Obispo Católico con asiento en el municipio de Santa Rosa de Osos, desde donde emitió según algunos, un poco más de sesenta Pastorales en el transcurso de más de cuarenta años que duró su misión pastoral, las mismas que se distinguieron por su contenido de suma intolerancia en aspectos de toda índole, preferentemente en aquellos que atañen a la moral, las creencias religiosas y de partido político, que de ser contrarios, estaban condenados a ser huéspedes de belcebú, circunstancia que necesariamente tuvo que ser combustible para alimentar la hoguera de la violencia que ha azotado a nuestro país.

 

Como no se puede en justicia hacer mención de una sola faceta de las personas, se hace necesario agregar al currículum vitae que nos ocupa, el hecho de que Monseñor Builes durante su actividad apostólica, fundó el seminario de misiones con asiento en la localidad de Yarumal , lo mismo que una buena cantidad de congregaciones  religiosas para mujeres, las que seguramente han contribuido de una u otra forma en el ejercicio de la cultura poblacional, siendo estas las razones por las que se le sigue proceso que seguramente lo llevará al pedestal de los Santos, teniendo actualmente la calidad de SIERVO DE DIOS.

 

Cualquiera pensaría observando los antecedentes descritos, que la sociedad de la época que nos ocupa debería ser un dechado de virtudes, siendo que en realidad se puede decir, era todo lo contrario, toda vez que la misma estaba en extremo saturada de hipocresía, incluso más que en la actualidad, donde muchos de los actos indecorosos de antes yo no representan ese matiz por lo que se llama la degradación de las costumbres. Aquí cabe aplicar el dicho popular: “Pueblo chiquito, infierno grande”; a esto se agrega que el Medellín de antaño, estaba invadido por cantinas hasta el punto que casi todas las cuadras contaban con una o más, que la periferia era preferida para los sectores de prostitución y que pululaba el chisme y la maledicencia.

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